sábado, 6 de octubre de 2012

50 años de Love Me Do


Comencé a bailar absolutamente desinhibido por los gritos de John Lennon, poniendo la canción en repeat para que la felicidad durara más tiempo. Rara vez he vuelto a bailar así y la verdad es que la mayoría de veces cuando bailo me siento como un tonto, síntoma de que no me conecto con la música. Pero en esa ocasión se trató de un vínculo inmediato, instintivo. Ahí estaba yo, solo, en el cuarto de mis papás, frente al televisor encendido sin volumen y de espaldas a la cama, en el espacio que ocupa un tapete “turco” rojo que existe desde que existo, moviendo la cabeza para todos lados y con ganas irreprimibles de tirarme al piso como un loco y gritar, mirándome al espejo grandísimo del tocador de mi mamá. Fue mi primera y más importante lección de rocanrol.

Tuvo que ser cuando tenía más o menos diez años porque mi hermano, que me lleva ese número de años, había comprado el álbum Anthology I que acababan de sacar con los bootlegs tempranos, y ese disco lo sacaron en el ‘95.

 Yo lo escuché por curiosidad. Estaba en el cuarto de mis papás y puse el primer disco. Adelanté la mayoría de canciones, un poco desilusionado de esa gran banda que se suponía tenía que gustarme y que no parecía nada del otro mundo. Quería que me gustaran. Al fin sonó Love me do, que me pareció la mejor. La escuché al menos tres veces, tratando de convencerme de que era muy buena y luego puse el segundo disco. Cuando escuché Twist and Shout los esfuerzos se acabaron. Fue esa la canción que recuerdo haber bailado con la mayor pasión de la que me creo capaz, y una de las pocas que todavía me ánima a mover la cabeza y los pies de buena gana (¡y qué si es un cover!).




Cuando uno escucha música, la cronología poco importa. Por esa época descubrí también Café Tacuba y con Los Beatles se volvieron mis grupos favoritos, o más bien mis discos favoritos (Re y Anthology I). La música lo atraviesa a uno, y cuando no ha escuchado ni sabe nada sobre las bandas, da igual que los Beatles sean de los años sesenta y Café Tacuba de los noventa y que unos sean ingleses y los otros mexicanos. Ambos son buenos y con ambos se puede bailar. Pero cuando se conoce más y más, para bien o para mal, un mapa musical se le crea a uno en la cabeza y entonces los grupos se organizan en tiempos y jerarquías personales.

Por eso cuando se cumplieron ayer los 50 años de Love me do, el primer sencillo de los Beatles, entendí la dimensión de la fecha. Haciendo malas cuentas, yo la escuché 33 años después de que salió. Pero lo magnífico es que ese día yo, solo en mi cuarto, a lo mejor después de volver de ese colegio que tanto odiaba, estaba sintiendo algo parecido a lo que debió sentir la generación de mis papás, la que se dejó el pelo largo, décadas antes cuando los Beatles empezaron a grabar y se presentaron en Estados Unidos en el show de Ed Sullivan. A uno no tienen que gustarles los Beatles para entender su magnitud o para que su revolución lo haya liberado de la música de salón. Ya existía el jazz y el blues, inlcuso Elvis, pero ningún otro grupo, ni de lejos, ha tenido la influencia de los Beatles. Lo de los Roling Stones es un fenómeno de barrio en comparación. Los Rolling Stones sacudieron Londres y se convirtieron en una gran banda. Los Beatles fueron una bomba atómica cuyas esquirlas siguen cayendo en todos lados, sobre todo en los que hasta ahora los oyen por primera vez, como yo hace 17 años. Las alegrías de muchos de nosotros coinciden con el calendario de los Beatles. Por eso vale la pena recordar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario